Seguir las instrucciones a pie de la letra es la clave para disfrutar, y que mejor instructor que Rafa Martos, para que nos aconseje.
Una acción tan natural como respirar tiene sus particularidades cuando lo hacemos bajo el agua mediante el regulador.
Esa es una de las primeras cuestiones que nos plantean los que se sumergen por primera vez con un equipo de buceo y respiran bajo el agua, la de que les parece como si les costara respirar. Y es que, tras toda una vida acostumbrados a hacerlo espontáneamente en superficie ahora resulta que necesitamos de un artilugio que nos colocamos en la boca -el regulador- y al que hay que ordenarle que nos proporcione el preciado elemento, y nuestro cerebro tiene que estar pendiente -al menos en los primeros momentos- de demandar el aire.
A parte de lo artificial que la maniobra nos pueda resultar, también sucede que la respiración requiere de un esfuerzo mayor que en superficie dado que el aire se hace más denso a medida que aumentamos la profundidad, es decir, según se incremente la presión ambiental, de modo que si en superficie ya empleamos sobre un 2% del oxígeno respirado en la mecánica muscular del aparato respiratorio, este porcentaje se incrementa progresivamente según vamos descendiendo.
Pero ahí es donde juega un importantísimo papel nuestro equipo, fundamentalmente el regulador que con el tiempo ha ido perfeccionándose hasta conseguir un funcionamiento muy eficiente donde se reduce el esfuerzo inspiratorio para que nos surta de aire hasta ser mínimo, de modo que casi con pensar en respirar e iniciar el movimiento de demanda, nos entra la cantidad de aire suficiente para llenar nuestros pulmones. Por tanto un buen regulador es fundamental, como lo es que se encuentre en perfecto estado de funcionamiento por lo que tendremos que tenerlo convenientemente revisado y mantenido, vigilando que no haya pérdidas de aire en latiguillos, juntas o en el octopus por no encontrarse bien calibrado.
Respirar relajadamente, con un buen ritmo – en una respiración normal un ciclo dura unos 4 segundos y tiene lugar entre 12 a 18 veces por minuto-, llenando bien los pulmones con inspiraciones profundas y espiraciones prolongadas que nos permitirán expulsar buena parte del aire viciado que queda en los espacios muertos, es imprescindible para encontrarse cómodos, sin la molesta sensación de falta de aire y con una buena disposición a disfrutar de las mil maravillas que nos depararán nuestras incursiones en el mundo sumergido.
Hubo un tiempo en que pasaba casi tanto tiempo fuera como dentro del agua (bueno he exagerado un poco) y el hecho de respirar dentro y fuera no constituía ningún problema, ahora me cuesta, deben ser los años y que ya no paso tanto tiempo en el agua. Me ha parecido muy importante lo que hoy has contado. Abeazos
ResponderEliminarDe interés restringido, diría yo.
EliminarNo buceo pero me encanta respirar nadando y soltar el aire bajo el agua, no debe ser lo mismo pero me funciona.
ResponderEliminarHaciendo burbujitas...
EliminarA mi me costó menos aprender a respirar que perder el miedo. Sólo nado y lo hago disfrutando por donde sé que hago pie !!
ResponderEliminarQue prudente, la seguridad ante todo. A mi me ha pasado alguna vez, pegarte un trago inesperado y perder el control.
EliminarPrefiero respirar sobre el agua que bajo ella, no vaya a ser que ese cacharrejo se estropee y yo haga glu, glu, glu, gluuuuuuuu...
ResponderEliminarMira que cuando vas al mar se ve cantidad de agua, pues si metes la cabeza, hasta el fondo está lleno de agua, una pasada.
EliminarAy, mare de deu, a mí me daba un jamacuco. Debe ser precioso pero yo casi que me quedo por aquí arriba, jajaja. Qué valent, mare!
ResponderEliminarBesos
Además, con los videos tan preciosos que hay, con mucho colorido, y aguas trasparentes.
EliminarMuy bueno lo que compartes Marcos
ResponderEliminarPero.....en lo personal por maravilloso que sea ese mundo....prefiero la superficie
Saludos
Es mas segura sin duda.
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