sábado, 22 de noviembre de 2014

LA HISTORIA SIEMPRE SE REPITE


Mucha gente con apellidos compuestos y grandilocuentes, se vanaglorian de su antepasados, a veces, grandes de España, cuando la mayoría de las veces alcanzaron sus poder y dinero con la misma felonía y desvergüenza de los actuales gobernantes.

«Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado», rezaba una copla que corrió por Madrid cuando el Duque de Lerma, el todopoderoso valido de Felipe III, se refugió en el clero para protegerse de quienes le acusaban de desviar dinero de las arcas reales. El traslado de la corte de Madrid a Valladolid en 1601 es el símbolo de hasta donde llegaron las corruptelas de Francisco de Sandoval y Rojas, y supuso un auténtico pelotazo inmobiliario en favor de sus bolsillos, los más abultados del reino.

El cabeza de la familia Sandoval, que es conocida en la historia por ser los custodios de Juana “la loca” en Tordesillas, fue acusado públicamente de orquestar una de las mayores redes de corrupción en la historia de España, cimentada en un sistema de clientelismo y de venta de cargos públicos. Su mano derecha, Rodrigo Calderón de Aranda, fue condenado por delitos de corrupción y ajusticiado en la Plaza Mayor de Madrid. Al Duque de Lerma le salvó su repentina vocación religiosa y el favor del Rey, que nunca dejó de apoyarle.

Francisco de Sandoval y Rojas consiguió el título de duque de Lerma con Grandeza

Lo que nadie puede cuestionar es la enfermiza influencia que ejerció el Duque de Lerma sobre Felipe III. Cuando el Príncipe Felipe –descrito por su padre Felipe II como «alguien poco interesado en los asuntos de estado»– subió al trono, quiso acompañarse de hombres de su confianza que le permitieran abstraerse de toda responsabilidad. En 1599, el Rey otorgó al castellano el título de duque de Lerma con Grandeza de España.

Era la culminación de un ascenso al poder que inició Francisco de Sandoval y Rojas, perteneciente a una familia noble con más deudas que rentas, cuando todavía era un niño. Educado en la corte como compañero de juegos del Príncipe Carlos, a la muerte del infante el joven Francisco pasó a ocupar el cargo de gentilhombre del Príncipe Felipe III –el otro hijo de Felipe II que llegó a la edad adulta– con el que hizo buena amistad.

Pelotazo inmobiliario en pleno Siglo de Oro

Una vez en la cúspide, fue situando en todos los cargos del reino a familiares y a nobles afines a su causa. Según el retrato que hacen sus contemporáneos, el Duque de Lerma era un hombre arrogante y avaricioso que siempre estaba buscando la manera de lucrarse, ya fuera directamente con mordidas en las arcas reales o con la venta de cargos y favores públicos.

Nada que no se hubiera hecho antes en la corte madrileña. Dos bandos irreconciliables se pasaron el reinado de Felipe II disputándose cada gota de poder que derramaba el Rey. Los halcones contra las palomas, la familia Alba contra los Mendoza. Una lucha equilibrada por hacerse con los privilegios reales, que el Duque de Lerma rompió a su favor para quedarse con todos los trozos.

En seis años, el Duque de Lerma consiguió el traslado de la corte en dos ocasiones.

Pero si algo tienen de distintas las maniobras del valido de Felipe III, es el descaro con el que actuaba y su gran capacidad para manejar al Monarca a su antojo. En el año 1601, el Duque de Lerma, nacido en Tordesillas, convenció al Rey para que trasladara la corte de Madrid a Valladolid. Previamente, el noble castellano y su red clientelar habían adquirido terrenos y palacios en Valladolid para después venderlos a la Corona. No conforme con unos beneficios que le convirtieron en el hombre más rico del Imperio español, Francisco de Sandoval y Rojas volvió a persuadir a Felipe III para restaurar la corte a Madrid solo seis años después. En la actual capital de España, a cuyo Concejo le tocó pagar un elevado coste por el traslado, el duque repitió la operación urbanística y compró numerosos palacios y viviendas, que en ese momento estaban a precios muy bajos.

12 comentarios:

  1. Claro que la historia se repite, pero los españoles siguen bajo una Casa Real que semeja la cueva de Alí Babá y manteniendo duques que no pagan impuestos por sus riquezas...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ese tema de los grandes latifundios, y los palacios y pinacotecas que no pagan impuestos con sociedades interpuestas, es un melón que hay que abrir ya.

      Eliminar
  2. Las personas poderosas haciendo cosas malas desde siempre, bien dices, la historia se repite.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Boris, ya no es cuestión de poderosos o no, es de sinvergüenzas o personas honradas.

      Eliminar
  3. Desde luego, la historia es siempre la misma, no importan los bandos, todos son iguales y en cuanto tienen poder se igualan más. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El "Pero usted sabe quien soy yo", la alfombra roja, y el sillón mullido, no se que tienen, pero habría que probarlo aunque fuera un solo día. No te parece.

      Eliminar
  4. Pasó, pasa y PASARÁ.
    Somos así, pero hay que poner impedimentos para que no les sea fácil.- Besicos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Se supone que en democracia no derrubiara existir, pero mientras ellos mismos se hagan las Leyes para controlarlos, estamos apañados.

      Eliminar
  5. Yo tenía que haber descendido de alguna noble familia, pero he ascendido de una muy pobre, ya que al principio no teníamos casi ni para comer.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi apellido Fonfría dicen es de origen Asturiano, aunque mi abuelo era de Teruel, y porque iban recorriendo España, pues para poder comer donde hubiera.

      Eliminar
  6. Querido Marcos.

    Tal y como decía D. Arnulfo Arias Madrid " la historia se repite en espiral.

    Fraternal abrazo.

    ResponderEliminar

Siéntete libre de expresar tu comentario en este blog.
Todas las opiniones serán bien recibidas siempre y cuando se redacten desde el respeto pues este solo pretende ser un foro donde compartamos experiencias para mejorar nuestro tiempo de jubilación.
Gracias por entenderlo y participar.