Nada más salir de Peñíscola hacia el sur comienzan a hacer su aparición un rosario de pequeñas y discretas cala y playas. Una de las primeras, a sólo dos kilómetros del casco urbano y en las inmediaciones del Parque Natural de la Serra d’Irta es la Cala del Moro. Aquí el agua goza habitualmente de buena visibilidad a lo que contribuye sin duda su estructura rocosa y de grava.
Al estar cerca de una urbanización es más frecuentada que otras que encontramos aún más al sur pero aún así resulta muy cómoda y tranquila, si comparamos con el vértigo de toallas de otras muchas playas en estas fechas veraniegas. Además, desde aquí se goza de estupendas vistas del armonioso perfil de Peñíscola, una estampa de puro Mediterráneo.
La irregularidad de la costa es aún mayor desde el agua, y a las zonas completamente sumergidas se unen grandes piedras que incluso emergen en forma de pequeños islotes. Estos hitos siempre son interesantes y merece la pena rodearlos y fijarnos en la cantidad de vida que suelen albergar, ya sea unida permanentemente al sustrato, como sucede con esponjas y pequeñas anémonas y fideos de mar -cuidado con no tocarlos porque son urticantes- ya bien pequeños peces que obtienen aquí casa y comida, entre la infinidad de pequeños huecos labrados entre la piedra, como sucede con los gobios y blenios.
Más difícil sin duda será encontrar algún pulpo, no porque no los haya sino porque a su reducida población se añade la extraordinaria habilidad de este cefalópodo para camuflarse y pasar desapercibido en el entorno. Como siempre, el mejor modo de delatar su presencia serán los indicios que en forma de pequeñas piedras y restos de moluscos acumulan cual barricada frente a su refugio. Si vemos estos signos y nos
asomamos…tal vez haya premio.
Rafa Martos
Buenas vacaciones Marcos, ya sea en la cala del moro o de la mora, eso si, lejos del vértigo de toallas que dices
ResponderEliminarLas playas de Gandia, Perello y Cullera, las ignoro todo el verano. Es imposible disfrutar con tanta masa humana.
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