—A la llegada de los infieles y, antes que asentaran su oposición, hicimos en algacia de guerra, dos algaras con toda la caballería, lanzas y ballestas donde sufrimos una derrota que ha mermado terriblemente nuestras fuerzas. Los escasos supervivientes pasean la guardia por el adarve de la muralla para que parezcan un número mayor. La solicitud de ayuda es imposible. Me ha llegado la noticia de que Abu Bakr, hijo del Emir Ali ibn Yusuf ha salido de Sevilla con tropas para atacar al “Batallador”, pero no queda tiempo…
—Señor —exclamó el amueden—, sabéis que almorávide significa “el que se ata”,“el que está listo en la batalla en la fortaleza”. La guerra Santa es nuestra principal virtud.
El Emir pareció ignorarlo. Sin mediar palabra, se levantó y salió al balcón para sumirse en su plegaria y en sus preces reprodujo parte de aquella oración a los muertos: «Señor Al-làh quien haya hecho bien acrecienta su bondad y a quien ha hecho mal perdónale sus pecados, defiéndelos y danos valor en la fuesa, líbranos de las penas del Gihanam y danos buen fin de nuestros días, perdonando nuestros vivos y nuestros muertos. Alabanzas sean dadas a Dios; de Dios es la grandeza y la mayoría. Él sobre todas las cosas poderoso, apiádate de mí y de los míos. Señor este es tu siervo, Tú lo criaste y lo mantuviste, Tú sabes su secreto y su paladino». Y añadió: «Dame una señal para tomar la decisión que necesito». Y así lo repitió, una y otra vez, durante la más larga noche de la vida de Ahmed hu Akbar, postrado en la alta terraza del castillo de su ciudad, en la Axarquia orientada a La Meca como buen creyente.
La aurora comenzó a evaporar la negrura de la noche, dando paso a un día que sin dudar iba a resultar decisivo. El alminar de la mezquita empezó a destacarse en la distancia. Sin duda, el muecín estaría subiendo para la primera oración del alba, la azohbi. Lentamente, cargado con el terrible peso de su responsabilidad histórica, regresó al interior ante la interrogante mirada de todos los presentes. Retornó a su sitio, tomando entre sus manos, un tanto vacilantes, el alfanje de su padre.
Su mirada se detuvo a leer su grabado como si lo viera por primera vez. Era el primer shura, la shura que abre todas las oraciones: En el nombre de Al-làh, el Misericordioso, el
Compasivo». Y, en ese momento, el reflejo de las brasas removidas provocaron que el alfanje brillara en un tono sangriento…
Ahmed hu Akbar se estremeció, quien sabe con qué visión; la decisión estaba tomada. Se puso de inmediato en pie y, con voz sobrecogedora, irreconocible por los presentes, exclamó: «¡ABRID LAS PUERTAS!».
Espero no haberos aburrido demasiado
Espero no haberos aburrido demasiado
Hola, Marcos. La historia es inagotable y muy didáctica, estupendo tema para compartir. Me encanta, que lo sepas.
ResponderEliminarGracias.
Buen finde.
Tengo una hija escritora de novela histórica, y competía en un concurso de cortos históricos y quise competir con ella. Yo perdí. ella firmando en el Corte Ingles el pasado 23/4.
EliminarNo no has aburrido, pero nos has dejado con la miel en los labios, No nos dices quien perdió mas, por que en una guerra todos pierden, si los moros o los cristianos y si los moros se aprovecharon de ello.
ResponderEliminarAyer casi clavas la fecha, el hecho ficticio de mi relato es muy posible fuera bastante aproximado a la realidad pasada. En mi caso rinden la ciudad sin sangre al sentirse impotentes, El mismo wali juzef dice saber que han salido de Sevilla a pelear contra Alfonso, y eso pasó sobre quince dias después, derrotándolo en la batalla de Hellín.
EliminarLeyendo me fascinó la actitud de D. Alfonso que de una tacada casi conquista Sevilla, aunque gran parte de su victoria, sin apenas lucha, fue por ayuda de los mozarabes, que estaban hartos del fanatismo religioso de los almohades, e incluso les abrían las puertas de las murallas para que entrasen.
De aburrido nada, interesante y bien narrado, al estar fraccionado ha sido muy cómodo de leer. Por mi parte un aplauso y un abrazo
ResponderEliminarViniendo de tu parte lo, valoro enormemente y te lo agradezco.
EliminarMuy de agradecer hayas compartido algo tan interesante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Amalia, solo es un breve relato.
EliminarMuy bien dicho y escrito.
ResponderEliminarBesos
Al menos a mí no me ha aburrido nada de nada, todo lo contrario, he disfrutado de lo lindo. La falta de tiempo, ha hecho que hoy, cuando he llegado a su blog, pudiera leerlo de golpe, y disfrutado cuadruplicadamente.
ResponderEliminarSaludos.
Yo también soy de leerlo de corrido. Gracias por pasar
EliminarMuy bueno Marcos. No conozco los pormenores de la historia pero esto que esto es un gran acercamiento. Muy bien escrito.
ResponderEliminarFelicitaciones
Abrazo
Parece ser un caso real repetido varias veces en la correría del batallador. Tal como le cuento a un jubilado, los mozarabes, cristianos convertidos le ayudaron cansados de tanta presión islámica.
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