- Inesperadamente Abu Ayan detuvo su paso, como detalle de respeto, ante la puerta de la Madraza; la escuela religiosa donde se recibía la enseñanza hafiz y el ulema. Un gesto que casi provocó su atropello por el al-wazir.
La luna saliendo y escondiéndose alternativamente favorecía la fantasía de sus exquisitos ropajes, propios de su posición.
Pasado el cuerpo de guardia, fueron dirigidos de inmediato a la sala del Consejo donde tantas veces habían estado en mejores circunstancias. La sala cuadrangular,con una sola terraza en dirección al gibla para honrar a la Meca, tenía las paredes cubiertas de ricas telas de Damasco. Era la gran Sala del Consejo donde se sentaban en círculo, sobre la mullida alfombra de las decisiones, alrededor de un imponente brasero de bronce cuyas ascuas movían los sirvientes regularmente para combatir el frío invierno.
Rápidamente ambos tomaron asiento en los ricos almohadones que les correspondían y saludaron, en voz imperceptible, su «Salám Aleykun» que dirigieron a el al-wali, general del ejército, así como a Alc hatib, el amueden, predicador de la mezquita quienes ya habían ocupado sus puestos al haber llegado con mayor prontitud. Solo quedaba libre el de más honor, la presidencia, donde un cojín dorado denunciaba su ausencia.
Sobre el mismo, un alfanje de brillante hoja labrada con mango de plata, esperaba la llegada de Ahmed hu Bakar
Poco a poco, se fueron acostumbrando los ojos a la escasez de luz, y tomaron forma concreta la totalidad de los asistentes. Era un llamamiento de máximo protocolo, todos y cada uno cubiertos con sus mejores vestimentas en obediencia a la convocatoria de su Emir.
A la derecha ostentaba el lugar de mayor rango el al-kabir, Abu Ayan, gran juez y primer asesor. Seguíale el al-wazir, Muhamad Abdalá, gobernador de la ciudad.Silencioso estaba Juzef mu-hamad, general del la milicia; el amueden, predicador de la mezquita quien había sido distinguido a la asistencia de forma excepcional,significando que Ahmed contaba con la ayuda espiritual de Al-làh en aquel momento tan comprometido del futuro. Tres alimes, o sabios, completaban la reunión del Consejo Máximo. Guardando el sitio vacío, dos enormes guerreros de la guardia personal del Emir completaban la asistencia.
—Abdalá, ¿has rezado la oración de al-Magreb? —le preguntó, de sopetón, Juzef el almueden.
—Por supuesto —afirmó rápidamente el al-wazir Abdalá.
CONTINUA MAÑANA
El relato me está gustando, pero en este caso observo algo que todos conocemos, "Reunión de pastores ovejas muertas", aunque no se quien serán en este caso las ovejas.
ResponderEliminarY hablando de tiernos corderos, esto me recuerda que los miércoles, tengo almuerzo con los antiguos compañeros de trabajo.
Tambien puede pasar, ni lo uno ni lo otro. Ya veremos.
EliminarBuenos días, Marcos. Aquí estoy aprendiendo en esta aula tan interesante de Historia...
ResponderEliminarNo es para tanto. gracias por visitar.
EliminarSigue el ritmo trepidante, se lee con fruición y tienes el arte de pausar para que nos quedemos con la ilusión de más. Conoces las palabras adecuadas para describir, vestimenta, cargo, lugar, arma... Un abrazuco
ResponderEliminarSiempre hay intentarlo.
EliminarPues es una lectura estupenda,
ResponderEliminarMuchas gracias.
Un abrazo,
Al dejarla en cuatro hojas os he privado de la información sobre el estado de los habitantes.
EliminarMuy interesante, Marcos. Y me vas presentando muchos términos que desconocía. Así que estaré pendiente de la continuación. ¡Gracias!
ResponderEliminarUn abrazo.
Espero te guste.
EliminarEstamos aprendiendo cosas muy interesante que desconocemos,
ResponderEliminarSalud Marcos.
Me alegro
ResponderEliminarVustra historia es vastisima en hechos de gran magnitud
ResponderEliminarEstudiarla es un verdader placer
Estupendo tu aporte
Saludos
Me alegra volver a verte Abu.
ResponderEliminarAunque entro ahora me he leido la entrada anterior también para no perderme .
ResponderEliminarAsi la historia es más fácil .
Espero la siguiente entrega .